Mito Elfo
«Antes del tiempo y la sustancia no había nada. El Sumo Dios abrió una puerta desde otro lugar y la cruzó al interior del vacío. Pero lo lamentó, porque era un lugar desolado. Y se tendió en el caos como una mujer dormida.
Entonces Chislev, al que llamamos Naturaleza, y Reorx, al que llamamos Manufactura, cruzaron también la puerta para ver al Sumo Dios tan perturbado. Y Chislev dijo: "Hagamos un mundo, Reorx, para que el Sumo Dios no necesite llorar". Pesaroso y compasivo, el rotundo Reorx esgrimió su poderoso martillo para forjar el caos en un mundo. Así creó una bola de roca. Pero de todos modos el Sumo Dios no salió de su pesar.
Chislev descendió para caminar por la enorme y desnuda bola de roca. Era más desolada que el propio caos, y sus ásperas piedras herían sus pies. Allá donde cayeron sus lágrimas se formaron ríos. Allá donde sus pies sangraron brotaron salados océanos. Cuando Chislev vio los ríos y los océanos se alegró. Se echó a reír y saltó y bailó por el mundo. Allá donde rió, hermosas praderas recubrieron la piedra. Allá donde saltó, crecieron bosques. Allá donde bailó, las rocas se amontonaron en enormes montañas.
Pero el mundo seguía siendo solitario, porque nadie vivía en él. Así que Chislev se agachó y modeló con arcilla todas las criaturas de la tierra, el mar y el aire. Una vez estuvieron todas hechas, se echó a reír ante las pequeñas e inmóviles formas. Al oír su risa, las figuras cobraron vida.
El tintinear del martillo de Reorx y el sonido de la risa de Chislev despertaron al adormecido Sumo Dios. Él también se echó a reír. El sonido atrajo a todos los demás dioses por la puerta abierta: Paladine y sus seis, Gilean y sus cuatro, y Takhisis y sus seis. Todos se sintieron tan sorprendidos por el nuevo mundo que empezaron a discutir sobre quién lo gobernaría. Irritado por el clamor en los cielos, el Sumo Dios cerró la puerta con fuerza y gritó: "¡Silencio!" Y guardaron silencio.»
Mito Enano
«En los días anteriores a la historia y anteriores al mundo, todo era un enorme caos. Enorme e inútil. Y el Sumo Dios estaba desconcertado. Rebuscó en su túnica y extrajo los palos que había traído del otro lugar y empezó a tallarlos. Talló un palo -un agradable y recio palo con una expresión grave-, pero siguió sin saber qué hacer con el caos. Talló otro. Aún nada. Talló veintiún palos, y al final siguió igual de desconcertado. Así que el Sumo Dios dijo: '¿Qué debo hacer con el caos?'
El palo recio, al que el Sumo Dios llamó Reorx, dijo: "Yo haré un mundo redondo y recio a mi propia imagen". Un palo flexible llamado Chislev dijo: "Yo haré árboles a mi propia imagen." Un palo largo y delgado llamado Zeboim dijo: "Yo haré océanos para vivir en ellos". Un palo deliciosamente tallado llamado Paladine dijo: "Yo haré dragones a mi propia imagen". Y todos los demás palos expresaron en voz alta lo que harían.
El Sumo Dios, complacido con todas estas ideas, le pidió al hermoso palo llamado Paladine que creara él primero sus dragones. Paladine lo hizo, agarrando el poder elemental del caos a puñados y formando nobles dragones con tonalidades arco iris. Aunque su creación complació al Sumo Dios, un palo espinoso llamado Takhisis se sintió celosa: deseaba ser el primer creador y que la primera creación llevara su imagen. Así que corrompió a los dragones, volviéndolos malvados a semejanza suya.
Alterado por la locura que provocó la pelea de Paladine y Takhisis, el Sumo Dios se volvió a Reorx el Forjador para una creación mejor. Reorx retrocedió un poco con su poderoso martillo y golpeó el caos como un herrero golpea el hierro al rojo. Cada golpe provocó chispas en el éter, y cada chispa se convirtió en una estrella. los otros dioses contemplaron maravillados, seguros de que nunca Podrían forjar tales maravillas. El último y poderoso golpe del martillo de Reorx creó Krynn, un gloriosamente lisa y recia bola de hierro.
El Sumo Dios aplaudió, pero ahora los demás dioses estaban ansiosos por hacer sus creaciones. Se lanzaron sobre el perfecto mundo de Reorx y procedieron a arruinarlo con profundos cortes, altos piegamientos, charcos y lagunas y lagos y océanos. Como si no fuera suficiente insulto, los dioses llenaron el lugar con hierbas, helechos y árboles, y lo infestaron con todo tipo de criaturas retorcientes, aleteantes, arrastrantes, trepantes y volantes.
La maravillosa creación de simplicidad de Reorx hormigueaba ahora con todo tipo de vida. Reorx dio una poderosa patada contra el suelo, haciendo en su ira que brotara una montaña. Esa montaña recibiría más tarde el nombre de Thorbardín.
El Sumo Dios tranquilizó a Reorx. "Este mundo es para todos los dioses. Deben aprender a vivir y trabajar juntos. Lamento que tu mundo perfecto haya resultado arruinado pero, ¿ves?, no eres el único que se lamenta". Y ahí, en un hermoso claro, vieron a Paladine llorando entre las estatuas de sus perdidos dragones. Había modelado una estatua de dragón por cada uno de los dragones de tonalidades arco iris que había perdido. las estatuas estaban hechas de los metales más finos de Krynn: oro, plata, bronce, latón y cobre.
El Sumo Dios preguntó: "Paladine, ¿no has creado nada más que esas estatuas para mi mundo?". Paladine volvió sus tristes ojos hacia el Sumo Dios. "Sí, lo siento. Ya no puedo crear nada nuevo. Mi corazón está con mis hijos perdidos". Reorx sintió compasión por el pobre dios y dijo: "Tu creación será la más grande de todas.... cinco dragones buenos para nuestro mundo". Y, diciendo esto, golpeó cada estatua de dragón con su martillo. El estremecedor vibrar del martillo aceleró el metal a la vida, y los cinco dragones metálicos alzaron el vuelo sobre el mundo.»
Mito Gnomo
«Antes que todo lo demás, había una máquina llamada caos. Era infinitamente grande e infinitamente compleja. Pero ino hacia nada. Tan sólo funcionaba y funcionaba. Reorx, gran dios de la fragua, vio esto y dijo: "Tenemos un fallo en el diseño. Esta máquina no hace nada. Necesitamos realizar algunas mejoras a la máquina..., añadir algunos accesorios de modo que ahorre trabajo y haga la vida más simple".
La primera modificación de diseño de Reorx fue poner un gigantesco engranaje en el centro de la máquina. Con su poderoso martillo, golpeó parte de la máquina para forjar el engranaje. las chispas de la fragua volaron hacia arriba y se convirtieron en estrellas para iluminar su trabajo. Al final el engranaje estuvo terminado. Para hacerlo del todo eficiente, lo había hecho no sólo redondo, sino esférico. Todos los engranajes necesitan dientes y canales, así que hizo montañas y valles.
Por aquel entonces, como ocurre siempre cuando uno inicia un gran proyecto al aire libre, empezó a llover. Irritado, Reorx abrió canales en el engranaje esférico para controlar el fluir del agua. Los canales se convirtieron en ríos. Pronto, Reorx se dio cuenta de que necesitaba algunos tanques de almacenaje para el agua, así que ahuecó las cuencas que ahora llamamos océanos.
Pero las aguas seguían subiendo. Irritado, Reorx hizo criaturas marinas para que bebieran el agua. Pero el agua no era suficiente para esas criaturas. Empezaron a devorar el engranaje. Así que Reorx hizo plantas para que las criaturas marinas las comieran. Las plantas treparon hasta tierra firme y las criaturas marinas las siguieron. Y así nacieron las flores y los árboles, los animales y los pájaros. Reorx se sintió totalmente irritado, y pensó que debería destruir el engranaje por completo.
Justo entonces, algunos otros dioses pasaron por allí. "¿En qué estás trabajando, Reorx?", preguntaron, intentando echar una mirada a su invención. Reorx, avergonzado por su engranaje infestado de plantas y animales, no se lo dejó ver. Dijo: " Marchaos. No está terminado". Una diosa taimada llamada Takhisis miró a las estrellas que habían saltado de la fragua y dijo: "No estás usando estas chispas, ¿verdad, Reorx? Son sólo productos residuales, ¿no? Dámelas." Pero Paladine dijo: "No se las des a ella, sólo las corromperá. Dámelas a mí en vez".
Y así surgió una discusión sobre qué dios tendría las chispas de Reorx. Al final, el Sumo Dios pasó por allí y dijo: "Si vais a pelear sobre ellas, sean productos residuales o no, ninguno de vosotros podrá tenerlas. Yo las convertiré en un pueblo para que viva en el hermoso mundo de Reorx. Si queréis, cada una de las familias de dioses, buenos, malvados y neutrales, puede conceder un don a esas criaturas chispa. Pero ninguno podrá controlarlas".
Paladine, patriarca de los dioses buenos, dio a los espíritus cuerpos para que pudieran manipular el mundo como hacen los dioses. Takhisis, matriarca de los dioses malvados, dio a los espíritus dolor -hambre, sed, enfermedad y muerte-, a fin de poder esclavizarlos a través de sus deseos y miedos. Gilean, patriarca de los dioses neutrales, dio a los espíritus libre albedrío a fin de que pudieran elegir libremente entre el Bien y el Mal. Una vez concedidos esos dones, el Sumo Dios puso las razas de Krynn en el mundo.
El engranaje estaba claramente arruinado. Seguiría girando, pero evidentemente no impulsaría a todo el universo de la forma que Reorx había esperado. Agitó la cabeza y suspiró, deseoso de haber dejado la máquina del caos tranquila.»
Mito Kender
«Había una gran nada llamada Vacío, y en ella una cosa girante llamada Caos. Reorx, que hizo a los enanos pero también nos ama a nosotros, pensó que el Caos era interesante. Lo cogió, tomó prestado un martillo que Kiri-Jolith no estaba usando, y martilleó el Caos hasta formar con él un mundo redondo.
"Hummm... Quizá necesite algunas decoraciones." Tomó su martillo e hizo montañas, colinas y valles. " Mejor.... pero todo ha quedado tiznado por el martillo. Quizá será mejor que lo lave con esa agua que Zeboim no está usando...". Y así el mundo redondo tuvo ríos y océanos.
Luego halló algunas semillas que Chislev había desechado. "Con las semillas que ella ni siquiera quiere, haré crecer algunas flores para ella." Así, tomó las semillas y las plantó. Al instante brotaron árboles, hierbas, plantas y flores.
"El mundo tiene cada vez mejor aspecto." Encontró unos cuantos de los peces de Habbakuk y los arrojó a su océano para impedir que se sofocaran. Reunió una bandada de los pájaros de Sirrion y los situó sobre el mundo para mayor seguridad. Pronto, el mundo de Reorx medraba de vida.
Los dioses, al ver que las cosas que habían desechado habían sido tan bien utilizadas, se sintieron celosos. Se quejaron a Paladine, que estudió el mundo de Reorx. Dijo: "¿Estáis irritados porque Reorx hizo algo bueno con vuestros desechos? Bien, lo siento por vosotros. De todos modos, las cosas están tan entremezcladas ahí abajo, que no podríais recuperarlas ni aunque lo intentarais".»
Mito Irda
(Advertencia: Revelador de la serie el Ocaso de los Dragones)
«Según nuestros antepasados, los tres dioses tal como los conocemos ahora moraban juntos en el plano inmortal. Los tres eran hermanos, ya que habían nacido de Caos, Padre de Todo y de Nada. Paladine, el hijo mayor, era concienzudo, responsable. Gilean, el mediano, era estudioso y contemplativo. Takhisis, la pequeña y la única hija, era, en cierto modo, la favorita. Era impaciente ambiciosa y estaba aburrida.
Quería poder, quería imponerse a los demás. Lo intentó pero no consiguió dominar a sus hermanos. Paladine era demasiado enérgico, y Gilean estaba demasiado abstraido. Por esto nosotros, los irdas, creemos que fue a instigación de Takhisis que el mundo de Krynn y toda la vida en este plano se crearon.
Takhisis sabe ser encantadora y muy lista cuando se lo propone, y fue a sus hermanos mayores con la idea de crear un mundo y espíritus que lo habitaran. Con Paladine hizo hincapié en cómo estos espíritus traerían el orden a un universo que, de otra manera, seguiría siendo caótico. Hacía tiempo que a Paladine lo venía incomodando el hecho de que sus existencias no tuvieran propósito alguno, ningún significado. A él y a su consorte Mishakal, les complación la idea de este cambio y dieron su consentimiento.
-Supongo que le habrás hablado a Padre sobre esto -dijo Paladine- , y que habrás obtenido su permiso.
-Por supuesto, mi querido hermano -contestó Takhisis.
Paladine debería haber sabido que su hermana mentía pero estaba tan ansioso de poner orden en el universo que cerro los ojos a la verdad.
A Gilean le resultó interesante esta idea. Al no tener consorte (no tenemos noticia de lo que ocurrió con ella), Gilean consultó con Zivilyn, un dios que venía de otro de los planos inmortales al que se lo llamaba simplemente Más Allá. Se dice que Zivilyn existe en todos los planos y en todos los tiempos.
Zivilyn miró delante y miró detrás. Miró a su izquierda y a su derecha. Miró arriba y miró abajo y finalmente declaró la idea como buena.
En consecuencia, Gilean aceptó.
-Por supuesto habrás mencionado este asunto a Padre -dijo Gilean como si se le hubiera ocurrido de pronto, sin siquiera alzar la vista de su libro.
-Desde luego, mi querido hermano contesto Takhisis.
Gilean sabía que Takhisis mentía, ya que Zivilyn le había advertido que lo haría. Pero la oportunidad de obtener conocimientos era un tentación demasiado grande, así que Gilean cerró los ojos a la verdad.
Habiendo obtenido el consentimiento de sus hermanos, Takhisis puso en marcha su plan.
En Más Allá vivía un dios llamado Reorx. No se sabe mucho sobre su pasado, aunque hay rumores de que alguna horrible tragedia los había llevado a rehuir la compañía de otros inmortales. Vivía solo en su plano, en su forja, pasando el tiempo en crear cosas bellas y horrendas, maravillosas y terribles. La creación era su único placer. Ninguno de los objetos que creaba tenía utilidad y una vez que estaban terminados, simplemente los arrojaba a un lado. Todavía los vemos, pues alguno cae de vez en cuando al suelo. Se conocen como estrellas fugaces.
Takhisis fue a ver a Reorx y alabó sus creaciones.
-Pero ¡que pena -dijo- que tengas que tirarlas! Tengo un plan en mente. Crearás algo que no te aburrirá sino que te ofrecerá nuevos retos cada día de tu vida inmortal. Crearás un mundo y lo poblarás con espítitus a los que enseñarás todas las artes que conoces.
La idea cautivó a Reorx. Por fin su interminable creación tendría una utilidad, un beneficio. Aceptó de buena gana.
-Habrás aclarado este asunto con Padre, ¿no? -preguntó a Takhisis.
-No habría venido de no ser así -contestó ella.
Reorx -sencillo y sin doblez- no tenía ni idea de que Takhisis estaba mintiendo.
Los dioses se reunieron: Paladine, Mishakal y sus hijos; Gilean y su única hija natural, junto con sus hijos adoptivos; y Takhisis con su consorte Sargonnas, y sus hijos. Reorx llegó, instaló su forja y, en medio de la oscura e interminable noche de Caos, colocó un trozo de metal fundido al rojo vivo y dio el primer golpe con su martillo.
En ese momento, los dos hermanos fueron obligados a abrir los ojos.
Takhisis no había consultado a Caos, Padre de Todo y de Nada. Consciente de que se opondría a su plan para poner orden en el universo, había mantenido su plan deliberadamente en secreto para él. Y no cabe duda de que sus hermanos lo sabían.
Caos podría haber destruido a sus hijos y a su juguete allí mismo, en ese instante, pero, como haría cualquier padre, decidió que sería mejor darles una lección.
-Crearéis el orden, en efecto -tronó-, pero me ocuparé de que el orden engendre discordia, tanto entre vosotros como entre aquellos que habiten vuestro mundo.
No se podía hacer nada para cambiar lo que había pasado. Las chispas que hizo saltar el martillo de Reorx ya se habían convertido en estrellas. La luz de las estrellas había dado vida a los espíritus vivientes. El propio Reorx forjó un mundo en el que estos espíritus pudieran morar.
Y fue entonces cuando la maldición de Caos se puso de manifiesto.
Takhisis quería que los recien creados espíritus estuvieran bajo su control a fin de dominarlos y obligarlos a hacer su voluntad. Paladine quería tener a los espíritus bajo su control con intención de criarlos y conducirlos por los caminos de la rectitud. Gilean no veía ventaja en ninguna de las dos opciones, en un sentido académico. Quería que los espíritus permanecieran libres para que pudieran elegir el camino que quisieran tomar. De ese modo, el mundo sería mucho más interesante.
Los hermanos pelearon. Sus hijos y dioses de otros planos fueron arrastrados a la batalla. Empezó la Guerra de Todos los Santos.
El Padre de Todo y de Nada se rió, y escuchar su risa fue horrible.
Finalmente Paladine y Gilean se dieron cuenta de que la batalla podía destruir todo lo creado. Aliaron sus fuerzas contra las de su hermana y, aunque no alcanzaron una victoria completa, por fin la forzaron a llegar a un acuerdo. Ella accedió de mala gana a que los tres gobernaran el nuevo mundo juntos, manteniendo un equilibrio entre ellos. De este modo esperaban terminar con la maldición que su Padre, Caos, les había echado.
Los tres dioses decidieron que cada uno de ellos regalaría a los espíritus unos dones que les permitirían vivir y prosperar en el mundo recién forjado.
Paladine dio a los espíritus la necesidad de control. Así trabajarían para obtener control sobre su entorno y traer orden al mundo.
Takhisis dio a los espíritus ambición y deseo. Los espíritus no sólo controlarían el mundo, sino que constantemente buscarían mejorarlo... y mejorarse a sí mismos.
Gilean les otorgó el don de la elección. Cada uno tendría libertad para tomar sus propias decisiones. Ningún dios poseería un poder absoluto.
Todos estos dones eran buenos, ninguno malo... a menos que se llevaran a extremos. La necesidad de control, llevada al extremo, conduce al miedo por el cambio, la supresión de ideas nuevas, la intolerancia de cualquier cosa diferente.
La ambición, llevada al extremo, conduce a la determinación de alcanzar el poder a toda costa, a la esclavitud. Los deseos pueden convertirse en obsesiones y llevar a la gula, la lujuria, la avaricia y la envidia.
La libertad llevada hasta su extremos es anarquía.
Los espíritus adquirieron forma física, brotando de la imaginacion de los dioses. De la mente de Paladine surgieron los elfos, su raza ideal. Disfrutan controlando el mundo físico, dándole forma a su antojo. Viven largo tiempo y cambian poco.
Takhisis imaginó una raza de criaturas de una belleza absoluta, todas tan ambiciosas y egoístas como ella misma. Éstos fueron los ogros y, al acrecentarse sus apetitos, su belleza se consumió. Pero son extraordinariamente fuertes y muy poderosos.
Puede decirse que nosotros, los irdas, somos creación de Takhisis ya que fuimos los ogros originales. Vimos lo que le estaba ocurriendo a nuestro pueblo, y algunos de nosotros nos volvimos hacia Paladine, suplicándole ayuda. Nos dio capacidad para separaranos de la Reina Oscura, pero fue a un alto coste. No podíamos vivir en contacto con otras razas os sucumbiriamos a la tentación y caeríamos de nuevo. Seríamos unos seres aislados, solitarios, que al disfrutar del aislamiento perpetuaríamos nuestra propia soledad. Incluso unirnos para tener progenie nos resultaría difícil, de manera que nuestro pueblo nunca sería numeroso. Aceptamos todas estas condiciones a fin de escapar del destino de nuestros hermanos. Y, así, el mundo no sabe nada de nosotros... o lo que cree saber es falso.
Gilean imaginó la raza de los humanos. Tienen la vida más corta de todas, son los que cambian con más rapidez y los que con más facilidad se pasan de uno a otro bando.
El Padre, para su propia diversión y para incrementar la probabilidad de desorden, creó a los animales. Irritó mucho a sus hijos al otorgar ventajas a muchos de los animales; de todos ellos, los principales son los dragones, que poseen inteligencia, sabiduría, larga vida, magia, fuerza y armas formidables.
Desde la llegada de los dragones a Krynn, las otras especies mortales han combatido contra ellos o se han esforzado para aliarse con ellos.
Así tuvo lugar la creación del equilibrio en el mundo. Los elfos se consideraron a sí mismos como la encarnación del Bien, mientras que los ogros eran la representación del Mal (Resulta interesante señalar que desde el punto de vista de los ogros sobre el mundo, el planteamiento es completamente contrario. Son los ogros los que se ven a sí mismos como representantes del Bien, y los elfos y los que como ellos abogan por la exterminación de la raza de los ogros, son el Mal). Los humanos, en el medio, podían moverse para unirse a uno u otro lado y así lo hicieron... constantemente.
Por llevar los humanos en su sangre todos los dones de los dioses -necesidad de ejercer control, ambición, deseos y libertad de elección para utilizar estos dones de modo beneficioso o perjudicial-, son los que avanzan velozmente a través del tiempo, creando, cambiando, alterando, destruyendo. A esto se le llama progreso.
Fue también durante esta época cuando la magia apareció en el mundo. Tres de los hijos de los dioses habían crecido juntos y habían estado inusualmente unidos: Solinari, hijo de Paladine y Mishakal; Nuitari, hijo de Takhisis y Sargonnas; y Lunitari, hija de Gilean. Todos los dioses poseen el poder de la magia, pero en estos tres ese poder estaba realzado por su amor a la magia y su dedicación a este arte. Esto creó un vínculo entre ellos, que tan distintos eran en otros aspectos.
Cuando tuvo lugar la Guerra de Todos los Santos, estos tres estuvieron bajo una gran presión por parte de sus padres para que se unieran a uno u otro bando. Los tres primos temían que la guerra destruiría lo que más amaban: la magia. Hicieron el juramento de permanecer fieles a ella, leales entre sí, y abandonaron el panteón de los dioses. Asumieron forma mortal y caminaron por la faz de Krynn.
Cada primo encontró un seguidor entre los mortales, y a ese seguidor cada uno de ellos le otorgó el don de la magia. Este don podía pasarse a otros mortales, y estos mortales podrían, en momentos de necesidad invocar la ayuda de los tres dioses. Después los tres primos abandonaron Krynn, aunque permanecieron cerca, girando a su alrededor en el firmamento, observando con ojos siempre abiertos a los mortales que utilizaban sus dones. Los mortales conocen a esos "ojos" como las tres lunas de Kryn: la plateada Solinari, la roja Lunitari y la invisible (salvo para sus seguidores) Nuitari
Nosotros los irdas, poseemos unos poderes mágicos inmensos, pero no sabemos con exactitud de dónde emana ese poder. No estamos alineados con los hechiceros de Krynn y, de hecho, se nos considera "renegados". Nos ven como una amenza, un peligro para sus ordenes. Nuestra magia es una de las muchas razones por las que evitamos el contacto con otras especies. La magia es crucial para nuestra supervivencia. Todos los irdas nacen con ella. Llevamos la magia en la sangre, por decirlo de alguna forma, y funciona de un modo tan innato como lo hacen los otros sentidos: la vista, el olfato, el oído, el tacto y el gusto. ¿Alguien nos pregunta que expliquemos cómo vemos? No encuentro razón alguna para que el mundo exija que expliquemos cómo realizamos lo que son, a sus ojos, milagros.
Bien, continuemos con la historia de la creación.
El nuevo mundo era joven y salvaje, como lo eran los espíritus de los mortales que lo habitaban. Los elfos trabajaban duro, sumisos, en su parte del mundo. Los ogros aprendían a adaptarse a la suya. Los humanos buscaban manipular y mejorar la suya. Reorx, el dios solitario, se ofreció a ayudarlos. Se dice que Reorx únicamente se siente feliz de verdad cuando se mezcla e interfiere en la vida de los mortales.
Reorx enseñó a un grupo de humano innumerables habilidades, en las que estaba incluida, la técnica de forjar acero. Los elfos y los ogros codiciaban el metal, que ninguno de ellos sabía cómo fabricar. Fueron en busca de los humanos para comprar espadas, cuchillos, herramientas. Los humanos se sintieron inmensamente enorgullecidos de sus habilidades y empezaron a hacer alarde de ellas. Olvidaron, en su orgullo, honrar a Reorx, su maextro. Incluso lo rechazaron cuando el dios aparecio entre ellos, y se rieron de él porque era mucho más bajo que ellos, ridiculizando su interés en el mismo arte con el que estaban obteniendo tanta riqueza.
Enfurecido, Reorx maldijo a estos humanos. Les arrebató las habilidades que les había enseñado, dejándoles sólo el deseo de inventar, construir, fabricar. Decretó que estos humanos fueran bajos, ajados, y ridiculizados por las otras razas. Los transformó en gnomos.
Durante este tiempo, conocido como la Era de la Luz o del Albor, el equilibrio del mundo -que había sido relativamente estable- empezó a perturbarse. Los humanos, que ya no se contentaban con lo que tenían, empezaron a codiciar las posesiones de sus vecinos. Los ogros, incitados por Takhisis, ansiaban el poder. Los elfos querían que los dejarán en paz y solos, y estaban dispuesto a luchar para preservar su aislamiento.
Hiddukel fue uno de los dioses de Más Allá que Takhisis trajo a este plano para incrementar su dominio sobre los humanos. Hiddukel es un comerciante. Le encanta hacer tratos y trueques y es extremadamente bueno en ello. Vio en el desequilibrio de la balanza un medio de acrecentar su propio poder. La guerra sería beneficiosa para los negocios, promovería el aumento de la producción de armas, armaduras, alimentos para los ejércitos, y así sucesivamente. Puesto que también era un traficante de las almas de los muertos, Hiddukel también veía un fabuloso beneficio en este campo.
Con la esperanza de aumentar el tumulto, Hiddukel fue a ver a Chislev, diosa de las frondas y la naturaleza, y, valiéndose de toda su persuasión, la convenció de que el conflicto estaba próximo.
-Sólo es cuestión de tiempo antes de que estalle -dijo tristemente-. ¿Y cómo afectará al entorno? Bosques talados para hacer torres de asedio. Arbolillos convertidos en arcos y flechas. Campos arrasados o quemados. Tenemos que poner fin a este enfrentamiento entre las razas, de una vez por toda. Por bien de la naturaleza desde luego.
-¿Y cuál es tu interés en todo esto? -demandó Chislev-. No puedo creer que te importe el bienestar de los conejitos.
-Nadie da crédito a que yo tenga corazón -protestó Hiddukel.
-Eso es porque resulta difícil verlo bajo la densa capa de tu untuosa palabrería -replicó Chislev.
-Por si te interesa saberlo, la guerra sería extremadamente perturbadora para los mercados financieros. El precio del oro se hundiría; perdería prácticamente todo su valor. Los granjeros no pueden llevar sus productos a los mercados si los mercados están siendo invadidos. Y, además, me gustan mucho los conejitos.
-En estofado, tal vez. -Chislev suspiró-. Aun así, tienes razón. He visto la agitación creciente entre las razas, y también a mí me ha preocupado. He hablado con Gilean, ¡pero ya lo conoces! Nunca levanta la vista de ese libro. Siempre está escribiendo, escribiendo, escribiendo.
-Pues intenta hablar con Takhisis y verás -dijo Hiddukel con gesto desdeñoso- . O está por ahí con Sargonnas, observando cómo los minotauros se machacan la cabeza unos a otros, o está ocupada provocando plagas, hambruna, inundaciones o cualquier cosa que se te ocurra pensar. Ya no tiene tiempo para los de nuestra condición.
-¿Qué sugieres que hagamos? Presumo que tienes un plan.
-¿Acaso no lo tengo siempre mi querida amiga amante de los árboles? Si la Neutralidad fuera la fuerza dominante en el mundo, entonces el equilibrio sería constante, jamás se perturbaría. ¿Estás de acuerdo?
-Supongo que sí -contestó Chislev con cautela, sin confiar en Hiddukel pero incapaz de argumentar en contra de su planteamiento-. Pero no veo qué...
-¡Ah! Ve a hablar con Reorx y pídele que cree una gema que guarde en su interior la esencia pura de la Neutralidad. Esta gema servirá de pilar a la posición neutral, que así se convertirá en la fuerza mayor de Krynn, superando a los dos extremos opuestos. Estarán dominados por el centro, incapaces de desviarse mucho de él.
-¿Y qué hacemos con esa joya una vez que haya sido creada? ¿Dártela para que la guardes a buen recaudo? -Chislev era una diosa afable, pero tenía tendencia a mostrarse sarcástica, sobre todo con Hiddukel.
-¡Cielos, no! -El dios parecía espantado- ¡No querría tener semejante responsabilidad! Lo más razonable sería entregársel a uno de los vuestros para que la guarde, ¿no?
-Chislev miró a Hiddukel fijamente, pero el dios soportó su escrutinió con una expresión de total inocencia, mostrando una sincera preocupación por el destino del mundo. Se rumorea que la propia Takhisis ha salido perdiendo en muchos tratos con Hiddukel.
El resultado de esta conversación fue que Chislev salió de su bosque y recorrió el mundo en forma de mortal. Lo que vio le causó gran desasosiego. Forjas de acero ardían al rojo vivo en medio de la noche; los elfos pulían sus recién adquiridas espadas; los humanos contaban sus ganancias; los ogros hacían prácticas como si cortaran cabezas. Afligida, Chislev decidió que había que hacer algo.
Se planteó hablar del asunto con su consorte, Zivilyn, el dios que podía ver todos los planos, en todo momento, futuro y pasado. Pero Chislev sabía por experiencia que era difícil obtener un "sí" o un "no" sin rodeos como respuesta de Zivilyn, que siempre estaba decidiendo hacer una cosa, para después mirarla desde otro ángulo y cambiar de parecer una y otra vez hasta que por fin acababa sin hacer nada.
Este asunto necesitaba acción, y Chislev estaba decidida a emprender alguna. Fue a ver a Reorx.
Ninguno de los dioses visitaba nunca a Reorx, una de las razones por las que pasaba tanto tiempo de compadreo con los humanos. Se quedó sorprendido y se sintió complacido por la visita, máxime tratándose de alguien de belleza tan delicada y temperamento tan dulce como Chislev.
Ella, por su parte, se quedó impresionada por la amabilidad y atención de Reorx, que iba de acá para allá por su desordenada morada, preparando pasteles, tropezando con los muebles, tirando la tetera, ofreciéndole cualquier cosa del universo que deseara tomar.
Chislev sintió una punzada de remordimiento pues comprendió la soledad del dios, y se reprochó el haber descuidado su trato. Prometiéndose que lo visitaría más a menudo en el futuro, Chislev se tomó el té y planteó su petición.
Reorx accedió de muy buena gana. ¿Que quería una gema? Pues la tendría. ¡Un centenar de ellas! ¡Las mejores del universo!
Chislev, sonrojada, contestó que sólo quería una gema, una gema corriente, una gema que guardara en su interior la esencia de la Neutralidad.
Reorx se atusó la barba y frunció el entrecejo, pensativo.
-¿Y que sería eso, exactamente?
-Vaya, pues... -Chislev parecía algo perpleja- La esencia de la Neutralidad sería... eh...
-¿El Caos? -sugirió Reorx.
Chislev consideró el asunto, echando miradas a su alrededor con cierto temor, no fuera a ser que el Padre de Todo y de Nada -la encarnación del Caos- estuviera escuchando por casualidad.
-¿Crees que podríamos apoderarnos de una pequeña parte? No demasiado, sólo lo suficiente para afianzar la Neutralidad en este mundo.
-Considéralo hecho, señora -dijo Reorx con magnífico aplomo- ¿Dónde he de entregar esta gema?
Chislev había cavilado largo y tendido acerca de esto.
-Entrégasela a Lunitari. Se encuentra más cerca del mundo, y está continuamente involucrada con los mortales y sus acciones. Será la más indicada para guardarla.
Reorx aceptó, le besó la mano, tropezó con un escabel, derramó su taza de té y, con el rostro rojo como la grana, se marchó al punto hacia su forja.
Chislev, disipadas sus preocupaciones, regresó a su bosque de buena gana.
No se sabe cómo consiguió Reorx apoderarse de un fragmento de Caos e introducirlo en la gema, pero, por lo que ocurrió después, evidentemente fue capaz de hacerlo. Creó lo que llamó la "Gema Gris" y, cuando estuvo terminada, se la llevó a Lunitaria para que la guardara a buen recaudo. La diosa se sintió atraída por la gema de inmediato, y la puso en el centro de la luna roja. Rara vez la perdía de vista, pues la piedra tenía el extraño efecto de hacer que cualquiera que la mirara la codiciara.
Esto incluía, desafortunadamente, al creador de la joya, Reorx. Después de habérsela entregado a Lunitari, el dios se quedó desconcertado al descubrir que había soñado con la piedra todas las noches. Lamentando haberse desprendido de ella, fue a ver a Lunitari y le pidió humildemente que se la devolviera.
Lunitari rehusó. También ella soñaba todas las noches con la joya y le gustaba despertar y verla brillando en la luna roja.
Reorx se enfadó y soltó pestes, y finalmente dio con el modo de recuperar la Gema Gris para sí mismo. Adoptó forma de mortal y apareció entre la raza que había creado, los gnomos. Eligió a uno de ellos, cuya invenciones habían sido de las menos destructivas para la vida, partes del cuerpo y bienes de valor, y le mostró -en un sueño- la Gema Gris.
Ni que decir tiene que el gnomo deseó la joya más que cualquier otra cosa en Krynn, con la posible excepción de un destornillador de múltiples cabezas movido por vapor. Como esto último era inalcanzable (estaba atascado en comités), el gnomo decidió apoderarse de la Gema Gris. Qué fue lo que tuvo que hacer está reseñado en otras historias, pero en el intento de recuperación había involucrada una escala extensible, varios tornos y poleas, una red mágica, y un pequeño empujoncito por parte de Reorx.
Baste decir que el gnomo capturó la Gema Gris apresándola en la red mágica mientras Lunitari estaba al otro lado del mundo.
-Es justo lo que necesito -dijo el gnomo, mirando la piedra con admiración-, para dar potencia a mi cuchilla rotatoria, combinación de cortador de encurtidos y recortador de barbas. -El gnomo estaba a punto de poner la gema en su invento cuando apareció Reorx bajo el disfraz de un colega gnomo y la exigió para si mismo.
Los dos pelearon y, durante la trifulca, la Gema Gris se escabulló de la red y escapó.
Ésta fue la primera indicación de que la Gema Gris era algo más de lo que Reorx, Lunitari, el gnomo o cualquier otro habían imaginado.
Reorx contempló, pasmado, cómo la joya se alejaba por el aire. Fue en su persecución (al igual que el gnomo y una multitud de parientes suyos), pero ninguno fue capaz de capturarla. La Gema Gris campó por sus respetos por todo Krynn, causando estragos a su paso. Alteró animales y plantas, afectó a la ejecución de conjuros de los hechiceros, y se convirtió en un considerable fastidio.
Para entonces, todos los dioses conocían la existencia de la Gema Gris. Paladine y Takhisis estaban furiosos con Reorx por haberla forjado sin consultarlos primero. Chislev, avergonzada, admitió su participación en el asunto, e implicó a Hiddukel, que se encogió de hombros y se echó a reír escandalosamente.
Su complot había funcionado. En lugar de reforzar el equilibrio. La Gema Gris lo había desestabilizado aún más. Los elfos estaban planeando declarar la guerra a los humanos; los humanos se preparaban para combatir contra los elfos; y los ogros estaban ansiosos por pelear con todos los contendientes.
Para no extenderme demasiado con esta historia, me referiré al humano llamado Gargath, que se las ingenió para capturar a la Gema Gris. La retuvo en su castillo con diversos artilugios mágicos. (O eso pensó él. Mi opinión es que la piedra le permitió que la capturara, ya que ningún tipo de magia humana que yo conozca podría retenerla por mucho tiempo.)
Los gnomos, que habían ido tras la Gema Gris durante décadas, pusieron cerco al castillo de Gargath. Tuvieron éxito (accidentalmente) en abrir brecha en las murallas. Los gnomos irrumpieron como una tromba en el patio de armas y alzaron sus anhelantes manos hacia la joya. Un grupo de gnomos exigía que se partiera la piedra allí y en ese mismo momento, pues sentían una gran curiosidad por saber qué había dentro. El otro grupo de gnomos quería cogerla y llevarla de vuelta a su morad y guardarla por su valor.
Una brillante luz gris iluminó el patio cegando a todo el mundo. Cuando recobraron la vista, los dos grupos de gnomos se enzarzaron en una pelea. Pero lo más asombroso es que los gnomos ya no eran gnomos. El poder de la Gema Gris los había cambiado, convirtiendo en enanos a aquellos que codiciaban la piedra por su riqueza, y en kenders a los que la querían por simple curiosidad.
Los gnomos que se habían que dado fuera de las murallas del castillo trabajando en su último invento -la ballesta giratoria de multitud de disparos, conocida como Ballesta Gatlinga en honor de su inverntor, Tornillo Flojo Gatling- resultaron inmunes a los efectos de la luz mágica de la Gema Gris. Dedujeron que se debía a los candelabros quemadores de aceite, que estaban pensados para iluminar el campo de batalla de noche y que habían sido instalados en un globo hinchado con gas tal propósito; el gas se producía por una nueva técnica demasiado compleja para describirla aquí, pero para la que se requería zumo de limón, tenazas metálicas y agua. Aquellos que sobrevivieron a la subsiguiente explosión, continuaron siendo gnomos.
La Gema Gris desapareció por el horizonte. Desde entonces, Reorx y otros han hecho varios intentos de capturarla. La Gema Gris dejaba que las personas la cogieran, las utilizaba para sus propósitos, o quizá para divertirse, y después, cuando se cansaba del jueguecito, los liberaba y la Gema Gris "escapaba".
Pero ahora los irdas la tenemos en nuestro poder. Somos los primeros que la hemos sometido a nuestra voluntad... o eso afirma el Dictaminador...»
El Protector, año 377 d.C.